Hundir un barco y mandarlo así a la luna.

No os he contado que otra de las cosas que pretendo hacer en este nuevo blog es hablar de cómo funciona toda esa tecnología que nos rodea y que forma parte de nuestras vidas desde el día de nuestro nacimiento sin que la mayoría nos preguntemos como funciona realmente.  Para esto he empezado a leer un libro precioso de Miguel de Vicente (Ingeniero Agrónomo y profesor de secundaria en Almería) llamado «Historia de los inventos» . En él he encontrado ya muchas anécdotas curiosas. Os voy a contar una que me ha gustado muchísimo y que necesita una breve introducción a cerca de la industria del acero.

El hierro es el cuarto elemento más abundante en la corteza terrestre. Se oxida fácilmente, motivo por el cual en la naturaleza se encuentra normalmente formando parte de minerales, generalmente óxidos. Para extraer este metal de transición de dichos minerales es necesario reducirlo en presencia de carbono. De esta reducción se obtiene el arrabio, un material fundido que contiene hierro e impurezas que son eliminadas oxidándolas mediante inyección de aire. El resultado de este proceso es acero, una aleación de hierro y carbono (entre un 0,1 y un 2,1% en peso de éste último) más barato y con propiedades físicas y químicas más interesantes a nivel industrial que las del hierro puro. Lo que necesito que quede claro para este post es lo siguiente: el acero es una aleación de hierro y carbono (hay muchos tipos y normalmente lleva otros aleantes), ambos elementos muy abundantes en la naturaleza. Es un material barato, más resistente, maleable y fácil de obtener que el hierro puro. Tiene una abrumadora cantidad de aplicaciones industriales (entre ellas se utiliza en la construcción de barcos)  Y lo más importante: para su obtención es necesaria la inyección de grandes cantidades de aire.

El 21 de junio de 1919, fecha prevista para la firma del tratado de Versalles según el diario «Times» (aunque finalmente se retrasó hasta el día 23) el almirante alemán von Reuter dio la orden de hundir su propia flota que debía ser rendida a los vencedores, siguiendo el famoso dicho de «para lo que nos queda de estar en el convento…». Cuando los ingleses se dieron cuenta no pudieron evitar que 52 de los 74 navíos terminaran hundidos en Scapa Flow. Las últimas bajas de la I Guerra Mundial fueron los 9 alemanes muertos por disparos de los británicos en esta refriega.

Acorazado SMS Bayern hundiéndose en Scapa Flow.

El 16 de julio de 1945 tuvo lugar la primera prueba de la bomba nuclear, incluida en el proyecto Manhattan, cerca de un lugar llamado Alamogordo, en el estado de Nuevo Méjico. Desde aquel día, y no solo debido a esta prueba, el aire contiene una pequeña cantidad de elementos radiactivos. No os asustéis, todos sabemos que la esperanza de vida no ha hecho más que crecer desde el fin de la segunda guerra mundial. Pero desde esta fecha en adelante el acero contiene trazas de elementos radioactivos debido a las grandes cantidades de aire que se usan para su obtención. Así que, cuando se necesita acero para fabricar instrumentos muy sensibles a la radiación se utiliza el de los barcos hundidos en Scapa Flow. Seguramente el almirante alemán Ludwig von Reuter no pensó al hundir sus buques que parte del acero contenido en los mismos acabaría siendo enviado al espacio a bordo de las misiones Apolo y de las sondas Pioneer y Galileo. Los barcos del Kaiser Guillermo II llegaron así a la luna.

Nota 1: La ciencia es un instrumento que se puede usar para el bien y para el mal, igual que el dinero o internet. Gracias a ella se pueden prevenir enfermedades que hace pocos años eran mortales o potabilizar el agua y también se puede usar para fabricar armas. A mediados del siglo pasado los avances en el conocimiento de la física nuclear supusieron una revolución que hizo que muchos científicos célebres contribuyeran de una forma o de otra al desarrollo de la bomba atómica. Este conocimiento conllevó también, por ejemplo, al desarrollo de la energía nuclear que, si bien no es perfecta, hoy en día nos permite cubrir la demanda de energía de la población, que previsiblemente seguirá creciendo, y sin emisiones de gases de efecto invernadero. El director del proyecto Manhattan, Robert Oppenheimer, habló años después de la sensación que tuvo el día de la prueba en Alamogordo:

«Supimos que el mundo no volvería a ser el mismo. Algunos rieron, unos lloraron, la mayoría estaban en silencio. Yo recordé el verso de las escrituras indias Bhágavad Guitá:

Vishnu está tratando de persuadir al príncipe de que debe cumplir con su deber y para impresionarle toma su forma con múltiples brazos y dice:

«Ahora me he convertido en La Muerte, Destructora de Mundos.”

Supongo que todos sentimos lo mismo, de una forma o de otra.»

Nota 2: Esta entrada es una participación en la VII edición del Carnaval de Tecnología que acoge Zemiorka y en la XI edición del Carnaval de Química que acoge La Aventura de la Ciencia.

5 thoughts on “Hundir un barco y mandarlo así a la luna.

  1. Hola! Solo añadir un ejemplo más de fabricación en acero: los depósitos para almacenar aceite de oliva que fabrica la empresa de una amiga tuya. En este caso, eso si, inoxidable, tanto austenítico como ferritico.

    Me encanta este nuevo blog! Beso

  2. Pingback: La oxidación que hace al acero inoxidable. « historiasconquimica

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